Un simple agujero en un punzón de hueso pudo ser uno de los grandes motores de la expansión humana. Durante cientos de miles de años, los primeros homínidos no necesitaban mucho abrigo debido al clima cálido de África. Sin embargo, al moverse hacia el norte, el registro fósil muestra un incremento en el uso de ropa. No se ha conservado ropa, pero sí herramientas para confeccionarla. Inicialmente, se usaban lascas para cortar pieles, pero luego aparecieron punzones y buriles para agujerear y coser. La gran innovación de los sapiens fueron las agujas de coser, que no solo les permitieron protegerse mejor del frío, sino también usar la ropa como forma de expresión cultural.

Una revisión publicada en Science Advances por Ian Gilligan y Francesco d’Errico, junto a colegas de universidades chinas y rusas, muestra cómo emergieron las vestimentas en la humanidad. Han recopilado datos del registro fósil, no de la ropa, sino de las herramientas para hacerla. Concluyen que, aunque inicialmente la ropa se usaba para protegerse del frío, pronto adquirió una dimensión social.

Gilligan explica que las agujas con ojo aparecieron por primera vez en el sur de Siberia hace unos 40.000 años, seguidas por el norte de China entre 35.000 y 30.000 años. En ese tiempo, la Tierra estaba en medio de la última glaciación, y en esas regiones frías vivieron denisovanos, neandertales y sapiens. Las primeras agujas se encontraron en las cuevas de Denisova, en Siberia. Los autores destacan que estas agujas hicieron la costura más eficiente al combinar el perforar agujeros y pasar tendones o fibras a través de ellos.

Hasta entonces, las herramientas solo permitían cortar pieles. Evidencias sugieren que los neandertales usaban prendas simples como ponchos. Sin embargo, el hallazgo de punzones y buriles en yacimientos neandertales en el sur de Europa sugiere que también agujereaban y unían pieles para un mejor aislamiento térmico. Las agujas permitieron confeccionar prendas más ajustadas y capas adicionales, mejorando el aislamiento.

Según Gilligan, las primeras agujas de Siberia y China eran diferentes en tamaño y forma, lo que sugiere invenciones independientes. Las agujas no llegaron a Europa hasta varios milenios después, durante la cultura solutrense, hace unos 26.000 años. Durante la última edad de hielo, el clima en Europa no era tan frío como en Siberia, lo que podría explicar esta diferencia temporal.

Francesco d’Errico recuerda que la principal función de las primeras vestimentas fue el aislamiento térmico, crucial para la supervivencia en climas fríos. Gilligan añade que las agujas con ojos fueron fundamentales para la expansión del Homo sapiens a ambientes fríos durante la última edad de hielo. Incluso los neandertales, mejor adaptados físicamente al frío, no llegaron al norte de Siberia debido a la falta de agujas con ojos.

Los autores también sugieren que las agujas pudieron facilitar la confección de ropa interior. Sin embargo, es difícil confirmar esto debido a la falta de huellas en los registros arqueológicos. Desde hace unos 26.000 años, los cazadores recolectores de Eurasia empezaron a producir agujas de diferentes tamaños, algunas compatibles con la costura de ropa interior.

En Europa occidental, antes de la llegada de las agujas, ya había una actividad textil significativa. La cueva de Isturitz, en el País Vasco francés, destaca por su registro fósil, con miles de buriles usados posiblemente en piel animal. Aunque no se han encontrado tejidos, sí se han hallado cuentas perforadas cosidas a la ropa.

Aunque la función protectora de la ropa es anterior a sus usos decorativos, su papel social emergió poco después. Según d’Errico, los humanos probablemente comenzaron a usar ropa como ornamento y señalización social muy pronto. Esta dimensión social incluía la identidad de grupo, diferenciación de género, estatus social y usos ceremoniales, con un cambio gradual en la importancia de cada función con el tiempo.