El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha publicado esta semana la actualización de sus previsiones económicas globales con una revisión al alza que refleja un moderado optimismo para este año, plagado de incertidumbres geopolíticas ligadas a procesos electorales clave en Europa y América, y a conflictos bélicos sin resolver en Ucrania y Oriente Próximo. El FMI constata que la economía resiste mejor de lo esperado en Estados Unidos y muchos países emergentes, y la inflación se está moderando más rápido de lo previsto, mientras que el balance de riesgos (y esto quizás es una sorpresa) no parece estar sesgado a la baja. Revisa el crecimiento mundial dos décimas al alza en 2024, del 2,9% al 3,1% (un cambio no menor en tan solo tres meses) y mantiene sin variaciones el 3,2% para 2025.
Las previsiones del organismo que preside Kristalina Georgieva reflejan bien el aterrizaje suave que se está produciendo en la economía estadounidense y las medidas que China está implementando para mitigar su desaceleración, más estructural que coyuntural. Pero para la eurozona, sin embargo, el panorama parece más sombrío, en línea con los indicadores que estamos observando recientemente. El FMI revisa a la baja su crecimiento para el conjunto del año en tres décimas, pero aun así lo deja en el 0,9%, por encima del escenario de BBVA Research (0,7%). Es cierto que la reducción de la inflación mejorará la renta real disponible de los ciudadanos y por tanto el consumo, pero los indicadores recientes, principalmente los vinculados a la evolución de las manufacturas, no apuntan de manera clara a una recuperación.
Además, la economía europea se enfrenta a varios retos a corto y medio plazo. Por un lado, la inflación se ha comportado mejor de lo previsto en los últimos meses y los precios de las materias primas apenas se están viendo afectados por la crisis de Oriente Medio; sin embargo, queda aún el tramo final en la lucha contra la inflación (“la última milla”, como recordaba esta semana la influyente consejera del Banco Central Europeo [BCE], Isabel Schnabel), y la subyacente aún es elevada. Por otro lado, el BCE está esperando que no se materialicen los riesgos sobre salarios, beneficios y materias primas para iniciar la esperada bajada de tipos de interés. Que esta se inicie en abril, junio o más tarde no es lo más relevante; es más importante el ritmo al que caerán, lo que podría retrasar un poco la recuperación. Un tercer elemento en la ecuación va a ser el ritmo del ajuste fiscal a raíz de la aplicación de las nuevas reglas fiscales, aún en fase de negociación con el Parlamento Europeo. Lo más probable es que su efecto se deje sentir en 2025 y no este año, pero la magnitud del ajuste es aún incierta. En suma, Europa ha evitado la recesión, pero la aceleración plantea algunas dudas.
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