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Cómo el emprendimiento puede reactivar el crecimiento de una economía global estancada

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En un contexto de crecimiento económico moderado y desafíos estructurales que afectan tanto a economías desarrolladas como emergentes, el emprendimiento se perfila como una herramienta poderosa para dinamizar el sistema económico global. La desaceleración del crecimiento, agudizada por tensiones geopolíticas, crisis climáticas, cambios demográficos y la persistencia de brechas sociales y tecnológicas, obliga a repensar las estrategias tradicionales de desarrollo. En este escenario, la creación de nuevas empresas y modelos de negocio se presenta como una vía efectiva para revitalizar la productividad, generar empleo de calidad y promover la innovación.

Durante las últimas décadas, se ha demostrado que las economías con altos niveles de actividad emprendedora suelen ser más resilientes frente a crisis. Esto se debe a que los emprendedores introducen dinamismo en los mercados, desafían modelos establecidos y generan soluciones innovadoras para problemas complejos. Desde la digitalización de servicios hasta nuevas formas de producción más sostenibles, el emprendimiento tiene la capacidad de transformar sectores enteros y crear valor económico y social al mismo tiempo.

No obstante, para que este potencial se convierta en un impacto concreto y significativo, es fundamental que haya condiciones propicias que faciliten la creación y el crecimiento de startups. Este entorno debe contar con regulaciones ágiles, acceso a financiamiento, beneficios fiscales, sistemas educativos que fomenten el pensamiento crítico y la solución de problemas, además de redes de soporte empresarial.

En el entorno actual, uno de los principales desafíos es la caída sostenida de la productividad en muchas economías, incluso en aquellas con alto nivel tecnológico. El emprendimiento puede contrarrestar esta tendencia mediante la introducción de nuevas tecnologías, modelos organizativos flexibles y propuestas de valor más centradas en las necesidades del consumidor. Al fomentar la competencia y romper la inercia de empresas consolidadas que se vuelven menos eficientes, las nuevas iniciativas actúan como catalizadores del cambio.

También, el desarrollo empresarial desempeña un rol esencial en la creación de puestos de trabajo. Las empresas pequeñas y medianas, de las cuales bastantes empiezan como nuevos proyectos empresariales, constituyen una porción importante del empleo formal en diversos países. Al respaldar a los emprendedores locales, es posible disminuir las desigualdades económicas y regionales, promoviendo el progreso en comunidades que históricamente han estado excluidas del avance económico.

Además, los emprendimientos sociales están ganando importancia frente a los retos globales como el calentamiento global, la desigualdad, la inseguridad alimentaria y la brecha digital. Este tipo de proyectos fusiona la lógica empresarial con un objetivo social o ecológico, creando un impacto positivo que trasciende el mero beneficio financiero. Incorporar estos valores en el entorno empresarial es crucial para avanzar hacia una economía más equitativa y sustentable.

Para explotar al máximo el potencial emprendedor, es esencial eliminar los obstáculos estructurales que encuentran algunos grupos de la población, como mujeres, jóvenes e inmigrantes. Incorporar sus voces no solo es un tema de justicia, sino que también amplía la variedad de ideas y puntos de vista en la generación de nuevos negocios. Las políticas públicas que promuevan la equidad de oportunidades pueden incrementar el número de personas que optan por emprender y potenciar el impacto global en la economía.

Por Emigdio Zamudio