Napoleón, la película de Ridley Scott, también es un éxito de taquilla en Kiev. Una escena en concreto, la imagen de Moscú devorada por las llamas, ha sido especialmente celebrada por el público y comentada en las redes sociales. La película también tiene otros aspectos que muestran —con dramatismo hollywoodiense— la realidad más cruda de una guerra en el este de Europa: el invierno, sea hace dos siglos en Austerlitz o ahora en Bajmut, es el peor enemigo de un ejército.

Las tropas napoleónicas sucumbieron en el invierno ruso de 1812, como le sucedió a la Alemania nazi en 1941. Es el famoso “general invierno”, término que ganó popularidad durante la invasión francesa del imperio zarista en el siglo XIX. Las inclemencias del frío han sido en la historia el mejor aliado de Moscú, pero no es así en su ofensiva sobre Ucrania, porque los rusos tienen enfrente a un rival que conoce igual de bien lo que es luchar bajo cero.

Lo que las inclemencias del tiempo están forzando es una reducción de la intensidad de los combates en ambos bandos. Así lo atestigua el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), centro de análisis militar estadounidense, en un informe del 1 de diciembre: “La situación climatológica continúa desacelerando el ritmo de las operaciones de combate rusas y ucranias”.

Thibault Fouillet, subdirector del Instituto de Estudios de Defensa Estratégicos y de Defensa de la Universidad de Lyon, añade que las desventajas van más allá de las temperaturas bajo cero: “Quizá solo pensamos en el frío y las heladas de invierno, pero no nos olvidemos de la lluvia, que hace la movilidad más difícil, especialmente para vehículos blindados, y hace de la vida en las trincheras un quebradero de cabeza por el agua que se filtra. Todo esto son factores limitadores que favorecen la inercia [en los combates]”.

EL PAÍS ha consultado en los dos últimos meses a analistas como Fouillet y a militares ucranios para elaborar una lista de las principales desventajas que hacen de la guerra en invierno un quebradero de cabeza. Oficiales del grupo de fuerzas especiales Tor, en el frente de Zaporiyia, de la 1ª Brigada Blindada, también en Zaporiyia, y soldados de la 47ª Brigada Mecanizada, en Avdiivka (Donetsk), han sido consultados para esta información.

Freno a la guerra de drones

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El uso masivo de drones es la principal revolución militar de la guerra en Ucrania. En los momentos más intensos de la batalla de Bajmut, la pasada primavera, sobre esta ciudad del este de Ucrania podían operar 300 drones, sumando los de los dos ejércitos, entre vehículos de reconocimiento o drones bomba. Son datos aportados por Alexander, comandante de un obús Paladin de la 47ª Brigada. En Avdiivka, a principios de otoño, también podían ser 300 drones. Las operaciones con estos aparatos se han reducido significativamente con el frío. Por un lado, porque las baterías de los drones duran menos tiempo cuanto más bajas son las temperaturas. El ISW añadió que las ventiscas de los últimos días en el frente de Donetsk hacen más difícil su maniobrabilidad. Por último, el cielo, habitualmente encapotado con nubes bajas, limita el uso de drones de reconocimiento.

EL PAÍS observó el pasado noviembre en el frente de Avdiivka el impacto de la climatología en las operaciones con drones. El día amaneció con niebla y la artillería ucrania aprovechó para descargar su fuego sobre las posiciones rusas. Los drones de observación rusos, en especial los Orlan, que pueden volar a cinco kilómetros de altura, no podían identificar sus posiciones. Cuando la niebla desapareció, la artillería finalizó sus acciones y se retiró. En aquel momento, entraron en escena las furgonetas pickup ucranias con ametralladoras antiaéreas. El mal tiempo también es un contratiempo para las defensas contra drones porque la detección del objetivo aéreo en estas ametralladoras es sobre todo visual, según explicó el 13 de noviembre en la televisión ucrania NV Oleksandr Musiienko, director del Centro de Investigación del Derecho Militar.

Vehículos inservibles

La nieve y las carreteras heladas reducen drásticamente el movimiento con coches, sean turismos o todoterrenos, el principal sistema de transporte de las tropas en ambos ejércitos. Si las temperaturas ascienden de forma prolongada en el tiempo por encima de los tres grados, la nieve fundida y la lluvia convierten los caminos en barrizales en los que los vehículos, también los blindados sobre orugas, no pueden avanzar o tienen que reducir la velocidad de circulación. Las maniobras de ataque se van limitando porque, a menos velocidad, un convoy es más vulnerable a la artillería y a los drones enemigos.

La guerra en Ucrania será en los próximos meses una guerra posicional, en la que los dos rivales lucharán para lograr progresos mínimos con asaltos de infantería en posiciones avanzadas del frente. Así lo detalló Valeri Zaluzhni, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Ucranias, en un ensayo publicado en noviembre en The Economist. En invierno, la guerra posicional es menos ágil, según confirma por su experiencia Alexandr Rose, miembro del grupo de fuerzas especiales Tor. El camuflaje es más difícil porque la vegetación ya no tiene hojas y en el paisaje, todo blanco, cualquier cambio de color se identifica mejor. El contraste de la temperatura corporal y ambiente es más agudo, indica Rose, por lo que los visores térmicos pueden captar con más facilidad el movimiento de asaltos nocturnos. Esto es importante porque es una época del año en el que predominan las horas sin luz.

Las minas también quedan bajo la nieve, por lo que es más difícil identificarlas, dice Rose y secundan otros oficiales de la 47ª Brigada Mecanizada en Avdiivka. Pero lo que más queda limitado es el tiempo disponible para las operaciones de asalto de infantería. Cuanto más bajas las temperaturas, más riesgo hay de congelaciones e hipotermia. El soldado, además, es menos ágil porque carga con más peso y lleva más ropa.

Sobrevivir en la trinchera

Dos soldados ucranios, el pasado jueves en el frente de Bajmut.MARIA SENOVILLA (EFE)

El ingeniero militar George K. Swinzow escribió en 1982 un ensayo de referencia en el cuerpo de Marines estadounidenses, dedicado a la guerra en invierno. Swinzow ya destacaba en la introducción que para un ejército, “la moral baja es quizá el factor seriamente más incapacitante [del frío]”. La vida en las trincheras son un calvario de humedad, enfermedades y un estado de ánimo sombrío, según todos los expertos consultados. Los turnos en las posiciones, entre el que está apostado y el que se calienta en el refugio de la trinchera, deben ser constantes para evitar congelaciones. Cavar en invierno nuevas posiciones es imposible porque la tierra está congelada y en las bases instaladas en bosques, los refugios para la tropa excavados bajo tierra son visitados por legiones de ratones que buscan calor y comida, según confirman numerosos vídeos compartidos este otoño en las redes sociales por unidades de ambos ejércitos.

Pero la dureza del invierno en primera línea puede ser una oportunidad para Ucrania, según explicaba en un informe del pasado octubre el RUSI, instituto de estudios de defensa del Reino Unido: “Si las tropas ucranias buscan oportunidades [en el frente] en vez de intentar romper áreas con líneas de defensas, las fuerzas rusas tendrán que salir al exterior, expuestas a la humedad y el frío. Si los bombardeos precisos pueden dificultar su suministro logístico, con el entrenamiento limitado que tienen las fuerzas de tierra rusas, todavía pueden maximizarse sus bajas climáticas”. El documento del RUSI subrayaba que el pasado invierno, las bajas rusas fueron por esta razón “enormemente altas, incluso cuando Rusia era superior en fuego”.

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