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¿Existe el centro del universo?: explorando los límites de la ciencia y la imaginación

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A pesar de que la noción de que el universo posee un centro pueda parecer lógica, la física contemporánea indica lo opuesto. A lo largo de los siglos, hemos buscado entender la naturaleza del cosmos y cómo opera, pero ideas como la expansión del universo han puesto a prueba nuestras concepciones más fundamentales.

Hace alrededor de cien años, las observaciones en astronomía empezaron a cuestionar el modelo de un universo inmutable, ampliamente reconocido en esa época. La teoría de la relatividad general, creada en 1915, indicaba inicialmente que el universo no cambiaba. Sin embargo, investigaciones más tarde probaron lo contrario. Los astrónomos notaron que las galaxias distantes no permanecían estáticas, sino que parecían alejarse entre sí, lo que significaba que el universo no solo era activo, sino que también estaba en expansión. Este hallazgo transformó para siempre nuestra comprensión del cosmos.

Hoy en día entendemos que no son las galaxias las que se desplazan a través del cosmos, sino que es el propio espacio, la estructura del universo, el que se está extendiendo. Para comprender mejor este proceso, se recurre a una comparación frecuente: pensar en un globo con puntos adheridos en su superficie. Al inflar el globo, los puntos se separan unos de otros, no porque estén en movimiento, sino porque la superficie del globo se ensancha. De manera análoga, las galaxias mantienen sus ubicaciones relativas mientras el espacio entre ellas crece.

Una de las cuestiones más interesantes que emergen de esta idea es la presencia de un centro en el universo. Similar a la superficie de un globo, el universo carece de un centro determinado. Si viajáramos por el cosmos hacia cualquier lado, jamás encontraríamos un punto central, ya que no existe. Este reto a nuestra intuición se debe, en parte, a que solemos considerar el espacio y el tiempo como elementos distintos, aunque en realidad están integrados en una estructura llamada espacio-tiempo.

Además, el universo no solo se extiende en el espacio, sino también a lo largo del tiempo. Con una edad calculada en 13.700 millones de años, el cosmos sigue desarrollándose de maneras que todavía no entendemos por completo. Los científicos han pasado décadas investigando qué motiva esta expansión, sin embargo, las respuestas continúan siendo elusivas.

Una de las mayores dificultades para comprender este fenómeno radica en las limitaciones de nuestras analogías. Aunque el ejemplo del globo es útil para imaginar la expansión del universo, no captura todos sus detalles. Por ejemplo, el globo tiene un interior tridimensional lleno de aire, mientras que el universo no tiene un equivalente directo a esta parte de la analogía. Lo que importa es la superficie del globo, que es bidimensional, pero el universo existe en cuatro dimensiones: tres de espacio y una de tiempo.

La combinación del espacio y el tiempo en una sola estructura transforma profundamente nuestra percepción del universo. Esta estructura, conocida como espacio-tiempo, define la interacción entre el movimiento, la gravedad y la expansión. A pesar de los progresos científicos, muchas incógnitas siguen sin resolverse. ¿Por qué el universo continúa expandiéndose? ¿Qué provoca esta expansión aparentemente sin fin? Estas preguntas no solo retan nuestras habilidades científicas, sino también los límites de nuestra imaginación.

Al final, la noción de un universo sin un núcleo concreto nos empuja a meditar sobre la auténtica esencia de la realidad. La expansión del cosmos, donde cada cosa se distancia de las demás, nos proporciona una visión de lo peculiar y asombroso del universo. Cada nuevo hallazgo nos recuerda cuánto nos falta por entender y cómo, pese a nuestros intentos, el cosmos continúa siendo una fuente infinita de maravilla.

Por Emigdio Zamudio