Gestionar las expectativas | Fútbol | Deportes

Dice Ramon Besa, desde su sabiduría tranquila y profunda, que el gran problema del Real Madrid y el FC Barcelona es que antes de que comience la temporada ya tienen todos los trofeos del año en su museo. Vamos, que ganarlos no es ya ni un motivo de alegría, sino que es como cuando llegabas a casa –esto nunca ocurría en la mía—, con unas notas excelentes y el mejor comentario se resumía en que era lo normal.

Seguramente, amigo Ramon , deberíamos volver a comer juntos para revisar estos objetivos porque me da que los tiempos son de bastante más escasez —y hasta una Supercopa puede ser celebrada—, pero el argumento es perfecto para situarnos en la posición de aquellos clubes que se encuentran en febrero con la opción de ganar un titulo y llevar un trofeo al museo.

Sí, ya, ya sé que en el financiero mundo en el que vivimos la clasificación para la Champions, la Liga, es la comida diaria y el alimento que aspiramos que nutra nuestras finanzas para que el año que viene podamos equilibrar nuestro presupuesto, cumplir las expectativas económicas de nuestros jugadores y, si sobra, acceder al mercado para mejorar la plantilla.

La cuestión es que en este mundo, en el que decir presente es vivir en el futuro, todos nos proyectamos en los logros de nuestros equipos como si ya estuvieran asegurados. Veamos, si es usted seguidor del Real Madrid, aunque no lo sea si solo es seguidor del fútbol, se diría que esta Liga ya debería estar viajando hacia el nuevo Bernabéu para contribuir a la inauguración del nuevo museo y que ya deberían ir grabando el nombre del Real Madrid para así abreviar los protocolos.

Si miramos a la Copa, veremos que tenemos versiones contradictorias. Tal vez sea todo consecuencia de que los cuatro equipos en liza no son de esos —quizá un pelo más en el caso del Atlético— a los que se les exige un trofeo por temporada.

Cuando las eliminatorias se juegan a un solo partido, el concepto es claro, ya que hay que ganar el partido para acceder a la siguiente ronda. Y eso desemboca en una estrategia que solo puede ser la de ir a por el partido, con diversas tácticas, pero buscando la victoria. Aunque esto cambia de forma significativa cuando llegamos a esta fase de semifinales y jugada a partido de ida y vuelta.

El primer motivo, porque ya son semifinales, se huele la final al otro lado del río y las aficiones se empiezan a emocionar, reservar, soñar y preguntarse: “¿Y si este año sí? En segundo, que la temporada ya ha avanzado lo suficiente para conocer cuáles van a ser las expectativas en las demás competiciones y eso de tocar Copa es algo muy diferente a tocar dinero (bueno, Copa también es dinero, pero de otra manera). Y el ultimo, porque ya para febrero la temporada nos ha surtido de un capazo de ciertas desilusiones que esperamos que la final de la Cartuja contribuyan a hacerlas llevaderas. Y que las eliminatorias a 180 minutos las carga el diablo.

Pero fíjense que quien más ha obtenido ventaja en esta primera fase de las semifinales, el Athletic, tal vez por su conocimiento profundo de su competición, seguro que también por el talante tranquilo de su entrenador, ha invitado a sus excitados seguidores a seguir sufriendo en el partido de vuelta. Seguramente, para que nadie piense que la final está conseguida, pero sobre todo porque los logros en el fútbol, en el deporte y en la vida necesitan de mucho esfuerzo, trabajo y dedicación oscura para llegar al disfrute, a la fiesta y a que ese sencillo gesto de depositar una copa en una peana de un museo se haga realidad.

Gestionar la expectativa es una de las cuestiones más delicadas para cualquiera que haya estado dentro del deporte. Ser excesivamente realista puede llevar a un conformismo letal, pero ser excesivamente eufórico puede suponer creer que has ganado el título antes de jugar la eliminatoria y así estar un paso más cerca de perderlo.

Sí, ahí, en el justo medio se debería estar la virtud. Pero cualquiera se lo dice a todos, todas, las que ya van reservando hoteles y viajes, van haciendo planes para rúas y celebraciones, van cumpliendo aquello de Cruyff de “salid y disfrutar” dejando de lado cuánto hay que sufrir para que la felicidad llegue. Si llega.

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