Si el Mundial de MotoGP lleva años dándole vueltas a la posibilidad de incorporar comunicaciones de radio en directo entre los pilotos y el taller es, básicamente, por el juego que darían en las retransmisiones, como ha quedado claro desde hace mucho tiempo en la Fórmula 1. Con el título decidido a favor de Max Verstappen desde hace ya días, a la hinchada que todavía se sienta delante de la pantalla para ver las carreras que deben disputarse hay que ofrecerle algo que vaya más allá de la pelea que Lewis Hamilton y Fernando Alonso mantienen por la tercera plaza de la tabla general, que de momento cae a favor del primero por 18 puntos y que parece que va a ir a más. Parte de ese algo son las voces que humanizan a los corredores, sobre todo esas que sueltan en los momentos de más tensión durante los grandes premios. Y, aunque pueda parecer una paradoja habida cuenta del control que ha tenido Verstappen esta temporada, uno de los momentos más calientes de la última prueba, en Austin, lo protagonizó el holandés, a quien la posibilidad de dejar escapar la oportunidad de ganar un gran premio le pone enfermo.

A pesar de terminar adjudicándose la victoria número 50 de su palmarés en Texas, el tricampeón de Red Bull se impuso con menos aire a su espalda del que hubiera querido sobre Lewis Hamilton, por más que los comisarios descalificaran al británico a posteriori, al detectar una irregularidad en el fondo plano de su monoplaza. Verstappen cruzó la meta con solo dos segundos de ventaja sobre el de Mercedes, el margen más pequeño de entre los 15 triunfos que acumula este ejercicio, y eso se debió, en parte, a los problemas con los frenos que complicaron la conducción de Mad Max, que no paró de quejarse a través de la radio. Al otro lado estaba, como siempre, Gianpiero Lambiase, el ingeniero de pista del chico de Hasselt (Bélgica), que ya está acostumbrado a lidiar con su mal genio cuando algo se tuerce. Lambiase se estrenó en la F1 en 2005, con Jordan, que después se convirtió en Midland, y Spyker, antes de terminar como Force India, aquello que ahora es Aston Martin. Se unió a Red Bull en 2015, un año antes de conocer a la joya de la marca del búfalo rojo.

“¡Ah, tío! Estos frenos son una mierda en comparación a los de ayer”, lamentó Verstappen, en referencia al tacto y al efecto de los frenos respecto de la prueba al sprint del sábado, que también se llevó. A modo informativo, el técnico le trasladó los puntos en los que más tiempo perdía al cruzar sus datos con los del bólido de Checo Pérez, su compañero en el equipo energético. “Sí, pero estos frenos son un pedazo de mierda”, replicó el piloto, a quien, poco a poco, se le fue endureciendo el tono, hasta que se puso a gritar para que Lambiase no le desconcentrara: “¡He dicho que no me hables cuando estoy frenando!”.

Tras cruzar la bandera de cuadros, Lambiase se despidió de Verstappen de una forma que llamó la atención de muchos, por escueta: “¡Bien hecho! Felicidades. Nos vemos el viernes”. Tras la prueba, Christian Horner salió al paso de cualquier especulación al explicar que el ingeniero se fue pitando de Austin, para poder aprovechar esta semana en la fábrica de la escudería, en Milton Keynes (Gran Bretaña), antes de volver a volar hacia México, donde este domingo se celebra la primera de las últimas cuatro carreras del año.

La relación entre ambos no tiene nada que ver, por ejemplo, con la que mantienen Hamilton y Petter Bonnington, cuyos mensajes hacia el de Mercedes desprenden un respeto tremendo. A Bono no se le recuerdan rifirrafes como el que, por ejemplo, mantuvo el Niño Maravilla de Red Bull con Lambiase, en la segunda criba de la cronometrada en Spa, que Verstappen libró por los pelos. “¡Tendríamos que haber empujado dos jodidas vueltas como os dije!”, se quejó el piloto. “Pero te has clasificado, Max”, le contestó GP. “Me importa una mierda que haya pasado el corte el décimo. La ejecución fue una mierda”, replicó Verstappen. Otro habría pensado aquello de tierra trágame, pero no Lambiase, presente en todas y cada una de las victorias del protagonista del año; desde aquella que logró en su debut con Red Bull, en Montmeló (2016), tras ser promocionado desde Toro Rosso. “[…] Tú dime qué quieres que hagamos en la Q3, y lo haremos. Juegos de neumáticos, gasolina, estrategia…”, ironizó el ítalo británico, que media hora después recibió las disculpas del campeón.

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